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Carmen, enfermera

Carmen, enfermera Hoy he ido al médico. Nada importante, a buscar un papel. Aunque después de estar más de una hora allí esperando me empezaron a entrar todo tipo de males. Estos males suelen agruparse en lo que se llama “síndrome de la sala de espera de la seguridad social”. Se caracteriza por sudoración, cabreo, mala leche y deseos incontrolados de gritarle cosas feas a alguien.

Mientras estos síntomas iban en aumento vi desfilar por delante de mí a una viejecita que llevaba un paquete con pinta de contener una tarta. Tenía como destino la enfermera del médico. Esta la recogió con su típica sonrisa, dio las gracias a la viejecita y le dijo que no hacía falta que se hubiera molestado. Después de despedirse afectuosamente la buena señora cruzó la sala de espera diciendo entre dientes: “¡Qué maja es Carmen, qué maja es! Se lo merece todo.” Carmen es el nombre de la enfermera.
Esta misma escena se repitió posteriormente dos veces más, primero una viejecita del mismo estilo que la anterior que le llevó lo que parecía ser una bandeja de pasteles y luego un anciano, que al igual que la primera señora llevaba una tarta.

Debió ser que ante mi cara de asombro un señor mayor sentado enfrente de mí me aclaró que hoy era la Virgen del Carmen, y que algunas personas mayores solían traerle un regalo a la enfermera. Generalmente unos pastelitos.

–Vaya entonces, ya lleva tres entregas –le dije por decirle algo–.

– ¿tres? Con esta que yo haya visto van cinco, hijito. –me dijo mientras se reía– Es que tu llevas poco tiempo esperando aquí. Y lo más gracioso –me dijo guiñándome el ojo– es que estos viejos que traen pasteles no saben que Carmen es diabética.

Me quedé con la duda de porqué la enfermera no se lo decía a los viejecitos. También me pregunté que haría esta mujer con los pasteles si no podía comerlos, y si ese sería el motivo de que entre enfermo y enfermo, mi médico tardara hoy tanto tiempo en llamar al siguiente paciente. Cuando por fin me tocó mi turno, no les pregunté, me limité a felicitar a la enfermera por su santo. Siempre hay que llevarse bien, sobre todo con alguien que puede pincharte.

2 comentarios

* SaRa * -

curiosa historia, si señor...

Marta -

Me permites que te aclare el porqué esa Carmen no decía nada a los viejecitos, y en cambio seguía mostrando amabilidad y una sonrisa a cambio de los pasteles?

Seguramente lleve años recibiendo todos esos "obsequios" por su día, de la misma gente que, día a día, le visitan para pedir unos papeles, para acudir a la consulta del médico, y ella, en realidad, es una especie de... Mmm, como decirlo? atención al cliente? Ella es todo lo contrario al médico, ella es cercana, y no distante; ella escucha lo que le quieran contar sobre sus vidas, nietos, dolencias, y el médico sólo tiene tiempo de escuchar los dolores; ella se debe a todas esas personas que se han hecho un hueco dentro de su vida, al visitar la consulta del médico -mmm, casi todos los días-, y todas esas personas agradecen la amabilidad de esa Carmen, porque supongo, que también es como una "hija" para ellos.

Aunque supongo que todo esto ya lo habías imaginado :)

Un beso!