Primeros días en el colegio
Leyendo a Sole en su primer día de colegio he intentado recordar el mío, pero no lo recuerdo.
Lo que si recuerdo, después de dos semanas de acudir a clase por la mañana, fue el día en que empezaron las clases también por la tarde. Por aquel entonces, pasar la mañana aprendiendo en el colegio me parecía bien, pero lo de ir por la tarde era otra cosa. Además nadie me había avisado, y eso no me pareció correcto.
Aquella tarde mis súplicas no me sirvieron de nada y tuve que acudir resignado al colegio. Poco después de que mi madre se fuera dejándome enrabietado en mi clase decidí poner fin a semejante injusticia y me escapé. Salí corriendo como alma que lleva el diablo con mi cartera verde de la mano y no paré hasta llegar a casa. Por aquel entonces mi casa estaba relativamente cerca, aunque para un niño de 5 años ese pequeño viaje fuera una gran aventura.
Como vivíamos en un bajo trepé hasta la ventana del salón y dejé mi cartera encima de la repisa. Crucé la calle y decidí quedarme en la pared de enfrente esperando con los brazos cruzados y cara de indignación que mis padres se percataran de mi presencia.
Yo no lo sabía, pero no tardaron mucho en descubrirme y su reacción no me la podía haber esperado. No salieron a por mi, no me obligaron a volver al colegio, no me dieron unos azotes me dejaron toda la tarde allí solo, enfrente de casa, esperando, y cuanto más duraba la espera más se iba transformando mi indignación por lo que ellos me habían hecho en temor por lo que yo había hecho.
No supe hasta mucho después que me estubieron observando y que de esa forma decidieron darme una lección. No sé si su idea fue buena o mala, lo único que sé es que desde aquel día y durante unos cuantos años no puse ningún reparo en ir al colegio, ya fuera por la mañana o por la tarde.
Lo que si recuerdo, después de dos semanas de acudir a clase por la mañana, fue el día en que empezaron las clases también por la tarde. Por aquel entonces, pasar la mañana aprendiendo en el colegio me parecía bien, pero lo de ir por la tarde era otra cosa. Además nadie me había avisado, y eso no me pareció correcto.
Aquella tarde mis súplicas no me sirvieron de nada y tuve que acudir resignado al colegio. Poco después de que mi madre se fuera dejándome enrabietado en mi clase decidí poner fin a semejante injusticia y me escapé. Salí corriendo como alma que lleva el diablo con mi cartera verde de la mano y no paré hasta llegar a casa. Por aquel entonces mi casa estaba relativamente cerca, aunque para un niño de 5 años ese pequeño viaje fuera una gran aventura.
Como vivíamos en un bajo trepé hasta la ventana del salón y dejé mi cartera encima de la repisa. Crucé la calle y decidí quedarme en la pared de enfrente esperando con los brazos cruzados y cara de indignación que mis padres se percataran de mi presencia.
Yo no lo sabía, pero no tardaron mucho en descubrirme y su reacción no me la podía haber esperado. No salieron a por mi, no me obligaron a volver al colegio, no me dieron unos azotes me dejaron toda la tarde allí solo, enfrente de casa, esperando, y cuanto más duraba la espera más se iba transformando mi indignación por lo que ellos me habían hecho en temor por lo que yo había hecho.
No supe hasta mucho después que me estubieron observando y que de esa forma decidieron darme una lección. No sé si su idea fue buena o mala, lo único que sé es que desde aquel día y durante unos cuantos años no puse ningún reparo en ir al colegio, ya fuera por la mañana o por la tarde.
4 comentarios
Brisa -
Marta -
Besos de buenos días, y de buenas tardes.
sole -
pero dejáme decirte que me encantó ese niño "rebelde". a mi tampoco me servía el "porque sí"
un abrazo
Duende -