Melancolía en la tarde
Hoy es domingo. De todos los días de la semana el domingo nunca fue mi predilecto. Siempre preferí los sábados, más informales y alegres, sin la amenaza del lunes cercano.
De pequeño los domingos eran preludio de vuelta al colegio -y cuando yo era pequeño ir al cole no era tan alegre como parece que lo es ahora-. Años más tarde los domingos se convirtieron en días brumosos, de mañanas resacosas con tapeo familiar y tardes de cine y fútbol -y a mi el fútbol nunca me gustó-. De adulto -más o menos lo que se supone que soy ahora-, los domingos siguen siendo preludio de lunes soñolientos y de la rutina semanal del reencuentro laboral.También son días tranquilos, pero a veces lo son demasiado.
Nunca he podido evitar sentir los domingos como un día al que siempre le acompaña un halo de tristeza, sobre todo los domingos de invierno, sobre todo las tardes de domingo de invierno. Pero también me traen recuerdos, porque una tarde de domingo de invierno me evoca recuerdos de tardes con sabor a té con leche y chocolate con churros. También a pipas y juegos caseros.
Ahora es tarde de domingo, pero no es invierno, aunque si miro por la ventana lo parece. Es una tarde de otoño, de este otoño tardío que definitivamente parece haberse olvidado del verano.
Llueve, el viento sopla con fuerza y la melancolía acompaña la tarde que parece tener prisa de ser noche.
De pequeño los domingos eran preludio de vuelta al colegio -y cuando yo era pequeño ir al cole no era tan alegre como parece que lo es ahora-. Años más tarde los domingos se convirtieron en días brumosos, de mañanas resacosas con tapeo familiar y tardes de cine y fútbol -y a mi el fútbol nunca me gustó-. De adulto -más o menos lo que se supone que soy ahora-, los domingos siguen siendo preludio de lunes soñolientos y de la rutina semanal del reencuentro laboral.También son días tranquilos, pero a veces lo son demasiado.
Nunca he podido evitar sentir los domingos como un día al que siempre le acompaña un halo de tristeza, sobre todo los domingos de invierno, sobre todo las tardes de domingo de invierno. Pero también me traen recuerdos, porque una tarde de domingo de invierno me evoca recuerdos de tardes con sabor a té con leche y chocolate con churros. También a pipas y juegos caseros.
Ahora es tarde de domingo, pero no es invierno, aunque si miro por la ventana lo parece. Es una tarde de otoño, de este otoño tardío que definitivamente parece haberse olvidado del verano.
Llueve, el viento sopla con fuerza y la melancolía acompaña la tarde que parece tener prisa de ser noche.
8 comentarios
_Mary_ -
Excelente forma de describir una tarde de domingo cualquiera, no importa la estación del año, todas se parecen, todas tienen la misma traza...
Saludos desde México.
Brisa -
Brisa que llega con retraso.
duende -
Sergi -
Anónimo -
Preciosa descripción de las agridulces emociones.. del día de la eapera...
Beso de noche sin lluvia
burma -
Susi -
He pensado en este domingo gris, después del largo verano... que lo necesitaba así... pero dudo que si son siempre así por tantos meses no vuelva a desear un rayo que me entibie el alma...
En todo caso, es un día para uno (y eso cuesta asumirlo)... qué se yo!
que termines bien esto que queda...
Marta -
Porqué nos molestamos en definir la melancolía como algo negativo? Las tardes de domingo, en soledad o en compañía, con lluvia o con sol, te permiten recuperar un poco de tu persona, adentrarte en tus sueños, en tus anhelos, y volver a nacer. Al más puro estilo Ave Fénix.
Aunque te reconozco, que aún hoy, las tardes de domingo, -mis tardes de domingo-, no son tan alegres como hace unos años.
De pequeña, a la hora de irme a la cama, mi madre me preparaba toda la ropa en la silla, y yo, nerviosa, escuchaba en la noche, los sonidos de la calle, los autobuses, los coches... Creo que los domingos dormía más bien poco.
Besos